Macrobiótica, el equilibrio entre alimentación, salud y espiritualidad
Aulis Tornero, de 60 años, conoció la alimentación macrobiótica casi por casualidad mientras vivía en Buenos Aires, Argentina. Y explica que la macrobiótica no prohíbe nada, pues deja en manos de cada uno elegir lo que cada cual considera que le hace bien a su cuerpo.
“Por eso me hizo mucho sentido su parte filosófica, donde se alude con mucha profundidad a la conciencia para saber de dónde vienen nuestros alimentos y la gratitud que hay que tener hacia ellos. Por ejemplo, no voy a comer sandía en agosto si la Tierra la provee en otro mes del año, pues son alimentos que nuestro cuerpo necesita en esa fecha. Todo tiene su razón”, argumenta.
Tornero, que se dedica a dictar clases de cocina macrobiótica, no come vacuno, pollo, cerdo pero sí pescado y huevos, aunque su alimentación se basa principalmente en cereales, legumbres, granos y frutos secos.
“No sigo una macrobiótica tan estricta”, explica, “sino que hago algo más personalizado. Si no, se cae en el fanatismo y lo que se busca es, justamente, el equilibrio”, comenta.
Al respecto, ejemplifica que en invierno, consume mucha avena o huevos a la copa, combinados con semillas o frutos secos, para el desayuno. O se hace un litro de batidos ricos en proteínas, con leche de almendras con avena, chía y frutos rojos. “Una bomba de energía”, sostiene. En primavera o verano, incorpora jugos de fruta verdes para hidratar y dar energía, y come granola con yogurt natural. Si está de viaje, no tiene problema en comer pan integral con miel en el hotel, pues comenta que la clave en este tema es dedicarle tiempo a la alimentación, para poder llevar una dieta balanceada.
“Tengo muy buena salud, mi sistema inmune está fortalecido y me enfermo muy poco. Cuando dejé los lácteos por bebidas vegetales, se me acabó la alergia que me daba muy fuerte en primavera”, detalla.
“Por eso me hizo mucho sentido su parte filosófica, donde se alude con mucha profundidad a la conciencia para saber de dónde vienen nuestros alimentos y la gratitud que hay que tener hacia ellos. Por ejemplo, no voy a comer sandía en agosto si la Tierra la provee en otro mes del año, pues son alimentos que nuestro cuerpo necesita en esa fecha. Todo tiene su razón”
Influencia de Japón
La macrobiótica es un nicho alimentario que nació en Oriente, específicamente en Japón, y que destaca una forma de comer bajo el principio del equilibrio del Ying y el Yang, ligando la manera de comer con la espiritualidad y la salud. Tornero acota que su expansión a Europa y América comenzó a mediados del siglo pasado, de la mano del japonés George Ohsawa.
Cecilia Sepúlveda, nutricionista y presidenta del Colegio de Nutricionistas de Chile, explica que el énfasis de este estilo de alimentación está puesto en el efecto que pueden provocar los alimentos en el cuerpo. Su objetivo, comenta, es “armonizar” el cuerpo y el espíritu, entendiendo que el bienestar corporal está dado por el equilibrio espiritual y no en la baja de peso. La necesidad de comer más saludable es una prioridad para quienes siguen esta dieta, en un país donde el 34,4% de la población sobre los 15 años presenta obesidad, de acuerdo al último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“Al analizarla, esta dieta tiene componentes parecidos a la mediterránea o a patrones alimentarios saludables, con una base compuesta por frutas, verduras y cereales ojalá de estación, sin procesar. La fuente de proteína esencial está en el pescado y en las carnes magras, además de las legumbres. Estimula el consumo de frutos secos, apunta al consumo de alimentos fermentados y para hidratarse, el consumo de té verde”, especifica.
Se trata de un estilo de alimentación bajo en grasas e hidratos de carbono complejos, y alto en fibra, añade Jéssica Moya, nutricionista y académica de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad San Sebastián (USS), planteando que “a diferencia de muchas dietas, su composición no es estándar y puede modificarse dependiendo de la estacionalidad y la zona geográfica donde vive el individuo”.
Moya añade que sus efectos fueron descritos científicamente, por primera vez, en 1948. “Existen tan sólo 129 estudios que han probado su efectividad, lo que justifica la investigación adicional. No obstante, hay estudios que han mostrado que la dieta macrobiótica logra niveles más bajos de lípidos en suero y presión arterial en personas que la siguen, y se ha sugerido como una estrategia preventiva para la enfermedad cardiovascular y en la prevención del cáncer”, detalla.
Aunque es una dieta alta en fibra, la académica de la USS advierte que también hay una menor absorción de calcio, hierro y zinc, minerales que “dados los tipos de alimentos que son consumidos en esta dieta, ya están disminuidos. Además, existe un bajo aporte de proteínas de alto valor biológico y de vitamina B12, la que debe suplementarse. La deficiencia nutricional de esta dieta cobra aún más importancia en niños y adolescentes, grupos en donde se debe vigilar aún más la ingesta de estos nutrientes”.

Menos alimentos procesados
Espirulina, avena, chía, quínoa, frutos secos, vegetales y frutas frescas, arroz integral, tofu, diversas proteínas, y alimentos fermentados forman parte importante del menú diario de la alimentación macrobiótica.
“Los frutos secos son una excelente fuente de grasas de buena calidad, fibra y minerales como calcio, zinc y selenio, que son potentes antioxidantes. El consumo de fermentado ha mostrado muchos beneficios, como el mejoramiento de los índices de glicemia y grasa en sangre, y es protector de cáncer de colon. Pero su exceso puede generar distensión abdominal y alteración del tránsito intestinal, sobre todo si la persona no está acostumbrada a su consumo habitual, lo que pasa también con la fibra”, detalla la presidenta del Colegio de Nutricionistas de Chile.
Sepúlveda añade que este tipo de dieta, además, rechaza los ingredientes procesados pues se consideran como “agentes que desequilibran, por lo que se deben evitar. Disminuir su consumo es bueno porque habitualmente los procesos industriales pueden provocar la pérdida de efectos beneficiosos, en comparación con los alimentos en estado natural, y contienen muchos elementos artificiales para dar más sabor o mejorar la textura, como sal, grasas saturadas, azúcar, fructosa y otros, que generan mayor cantidad de radicales libre y estrés oxidativo. Lo que en el largo plazo puede derivar en cáncer, diabetes o hipertensión”.
#Alimentación
#CuerpoyEspíritu
#Macrobiótica
#Salud
Otras Entrevistas
Diseñador digital: Octavio Carvajal
Fotógrafo: José Montenegro
